ORÍGENES SOCIALES DE LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO


Todas las explicaciones ofrecidas al problema de la búsqueda de los orígenes de las relaciones desiguales y jerárquicas en la sociedad en general independientemente de si nacen del evolucionismo, positivismo funcionalista o marxismo, como pensamientos dominantes en las ciencias sociales de Occidente, analizan dicho problema como algo determinado biológicamente y natural, en algunos casos y en otras, por factores económicos históricos. 


EL DETERMINISMO BIOLÓGICO: 

Abierto o encubierto, nos dice: nuestra anatomía es nuestro destino. Supone, posiblemente el obstáculo más profundamente enraizado en el análisis de las causas de la opresión y de la explotación de las mujeres asociado a la naturaleza. Concepto utilizado para explicar las desigualdades sociales o las relaciones explotadoras como algo innato, y por ello, fuera del alcance del cambio social.

El trabajo doméstico de las mujeres y el cuidado de los niños(as) se ve como una extensión de su fisiología debido al hecho de que se ha provisto de útero para dar a luz; no se toma como una actividad propiamente humana o como labor sino como actividad dela naturaleza comparable a producir plantas y animales de manera inconsciente y que no se posee control alguno sobre este proceso. Lo que se ha mistificado gracias al concepto de naturaleza, infectado por el biologismo, el dominio del ser humano (hombre) sobre la naturaleza (femenina). Las mujeres son definidas universalmente como amas de casa, es decir, como no trabajadoras; vaciada de cualquier cualidad activa, creativa (subjetiva) o productiva, es decir, humana).

Los medios corporales de producción no solo son definidos de manera diferente en el hombre y la mujer en su interacción con la naturaleza, sino que el mismo cuerpo humano se ve dividido en partes «auténticamente» humanas (cabeza y mano, como instrumentos de trabajo y que puedan convertirse en una extensión de la máquina) y «naturales» o puramente «animales» (genitales, vientre, etc.)

La productividad generativa se entiende como una actividad pasiva, biológica, conductista y mecanicista gracias al uso de términos como «fertilidad», «reproducción biológica», «comportamiento generativo». Esta definición de la productividad generativa como una actividad de fertilidad pasiva supone la mistificación ideológica necesaria para aquellos que quieren tomar el control sobre este último reducto de la autonomía humana.

La misma asimetría oculta y el mismo sesgo biologista prevalece en el concepto de división sexual del trabajo: las tareas son definidas como auténticamente humanas, es decir, conscientes, racionales, planificadas, productivas y que son generalmente consideradas como masculinas, (todos los hombres como sustentadores de la familia), mientras que las tareas de las mujeres son vistas como actividades básicamente determinadas por su «naturaleza», en una relación de dominio e incluso de explotación.

Las relaciones sociales se utiliza aquí en el sentido de la jerarquización y separación más o menos permanente creada entre productores y consumidores; cuando los no-productores son capaces de apropiarse y consumir los productos y servicios de sus actuales productores.

La misma lógica biologista es la que prevalece respecto del concepto de familia, «natural», basada en una combinación obligatoria del acto heterosexual y de la procreación de niños consanguíneos: y no solo se trata de un concepto universalizado sobre todo de un modo ahistórico y eurocéntrico que presenta la familia nuclear como la estructura básica e inmemorial, institucionalizadora de todas las relaciones entre hombres y mujeres. Frases del tipo «compañerismo o democracia dentro de la familia» solo sirven para ocultar la auténtica naturaleza de esta institución; jerarquía y desigualdad. 



EL MATERIALISMO HISTÓRICO

LA APROPIACIÓN DEL PROPIO CUERPO POR PARTE DE HOMBRES Y MUJERES

El proceso de trabajo en su forma elemental, según Marx, es un acto consciente con vistas a producir valor de uso, pero precisa de un medio de producción (instrumento, herramienta) y el mismo lo hallamos en su propio cuerpo. Pero también su cuerpo es el principal objetivo de la satisfacción de necesidades, no solo utilizan para producir valores de uso, sino que también mantienen sus cuerpos con vida -en su más amplio sentido- mediante el consumo de sus productos.

Marx no hace ninguna diferencia entre hombre y mujer, sino habla de «humanidad» lo que identifica con «masculinidad». Si queremos lograr claridad respecto a la asimétrica división sexual del trabajo entre sexos, es necesario hablar no de la apropiación por parte del hombre (como ser genérico y abstracto) de la naturaleza, sino de la apropiación por parte del hombre y de la mujer. Este posicionamiento se basa en la asunción de que hombres y mujeres se apropian de la naturaleza de maneras diferentes.

La masculinidad y la feminidad no son cualidades biológicas, no son procesos unilineales, sino que son resultado de un largo proceso histórico. La historia humana es, desde su nacimiento mismo, historia social. En cada época, y dependiendo del modo principal de producción, la masculinidad y la feminidad se han definido de diferentes maneras. Por ejemplo en las sociedades matrísticas la feminidad era interpretada como el paradigma social de la productividad como tal, como principio activo en la producción de vida. Todas las mujeres eran definidas como «madres». Pero «madre» significaba algo muy diferente a lo que significa hoy en día.

El concepto de productividad del trabajo, en Marx, nos muestra que el trabajo solo puede ser productivo en el sentido de producción del plusvalor definido como trabajo y no como una actividad inconsciente y «natural». Esta amplia producción de vida o producción de subsistencia - realizada en su mayor parte gracias al trabajo no asalariado de las mujeres y de otros trabajadores no asalariados como los esclavos, trabajadores temporales y campesinos de las colonias - constituye la base permanente sobre la cual se puede construir y explotar el «trabajo productivo capitalista». Sin la producción de subsistencia de los trabajadores no asalariados (mayormente mujeres) en curso, el trabajo asalariado no podría ser «productivo». Esta también es la razón principal de la creciente pobreza y hambre de los productores del Tercer Mundo.

Engels dice que el incesto es un tabú y justifica el de la monogamia por el deseo «natural» de las mujeres de mantener relaciones monógamas. Engels utiliza una explicación económica e históricamente materialista: «con la familia patriarcal entramos en los dominios de la historia escrita». La familia monógama patriarcal «fue la primera forma de familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente».

MUJERES Y SU RELACIÓN-OBJETO CON LA NATURALEZA

¿Qué caracteriza la relación-objeto de la mujer con la naturaleza, con la suya propia, así como con la naturaleza externa? Primero, podemos ver que la mujer siente todo su cuerpo como productivo, no solo sus manos y cabeza, por lo que las mujeres se apropiaron de su propia naturaleza. Su cuerpo produce nuevos niños, así como el primer alimento, y debe ser entendida como actividad social.

Visto como "como funciones puramente fisiológicas" estas actividades aún son interpretadas y comparables a las de los mamíferos, y son consideradas como fuera de la esfera de la influencia humana consciente. Esta visión de que la productividad del cuerpo humano femenino es idéntica a la fertilidad animal, visión actualmente propagada y popularizada por los demógrafos y los planificadores de población, debe de ser comprendida como el resultado de la división patriarcal y capitalista del trabajo y no como su precondición.

A lo largo de su historia, las mujeres han observado los cambios en sus propios cuerpos y han adquirido -mediante la observación y la experimentación- un amplio abanico de conocimiento experiencial sobre el funcionamiento de los mismos, los ritmos de la menstruación, el embarazo, el parto, control del número de hijos. Esta apropiación de su propia naturaleza corporal estuvo estrechamente relacionada con la adquisición del conocimiento y en adelante la heredad a sus descendientes acerca de las fuerzas generativas de la naturaleza externa, sobre plantas, animales, la tierra, el agua y el aire.

Está comprobado que la necesidad de proveer el alimento diario, primero con plantas alimenticias, condujo finalmente a la invención del cultivo habitual de cereales y tubérculos. Invención que tuvo lugar durante el neolítico, particularmente en Eurasia, donde se cultivó por primera vez cereal silvestre. Pero además atribuyen a las mujeres la invención de la primera herramienta: la coaque para desenterrar raíces silvestres y tubérculos- y la azada.

Si bien ya la gente era capaz de recolectar excedentes de cereales silvestres y frutos secos, la condición tecnológica para poder recolectar un excedente fue la invención de vasijas, recipientes, cestas. Las mujeres no solo recolectaban y consumían lo que crecía en la naturaleza sino que eran capaces de dejar crecer y hacer crecer, las hizo también las inventoras de las primeras relaciones sociales, las relaciones entre madre e hijos. Del cultivo de plantas podemos hablar por primera vez de una «sociedad productora». Mientras que los recolectores aún vivían en una sociedad solo de apropiación.

Muchos autores han llegado a la conclusión de que los grupos madres - hijos fueron las primeras unidades sociales, y no solo de unidades de consumo sino también de unidades de producción. Madres e hijos trabajaban juntos como recolectores y en los primeros cultivos con la azada. Estos autores mantienen la opinión de que los hombres adultos solo se integraban de una manera periférica o se socializaban con estas tempranas unidades matricéntricas o matrísticas de manera temporal.

LA RELACIÓN - OBJETO DE LOS HOMBRES CON LA NATURALEZA 

Los hombres no pueden experimentar su propio cuerpo como productivo de la misma manera que lo hacen las mujeres. La producción corporal de los hombres no se presenta como tal sin que intermedie la aparición de medios externos, de herramientas, mientras que la productividad de las mujeres lo hace sin elemento externo alguno. La concepción que los hombres tienen de su propia naturaleza corporal y la imaginería que utilizan para reflejarla en sí mismos está influida por las diferentes formas históricas de interacción con la naturaleza externa y con los instrumentos utilizados en este proceso de trabajo. Por eso, la concepción propia del hombre está estrechamente vinculada a la invención y el control de la naturaleza. Sin herramientas el hombre no se convierte en el hombre. 


EL MITO DEL HOMBRE CAZADOR 

La productividad femenina consistió, sobre todo, en la habilidad de proveer de la subsistencia diaria, de garantizar la supervivencia de los miembros del clan o del grupo. Las mujeres debían necesariamente asegurarse «el pan diario», no solo para ellas y sus hijos, sino también para los hombres, si estos no habían tenido suerte con sus expediciones de caza, ya que la caza es un tipo de «economía de riesgo».

La hipótesis del hombre - cazador ha sido popularizada especialmente por antropólogos, conductistas, y socio - biologistas que promueven la línea de pensamiento evolutivo desarrollada y quienes piensan que los primeros homínidos construían sus herramientas a partir de los huesos de miembros caídos de su propio grupo, argumentan que la caza fue el motor del desarrollo humano y que las relaciones existentes de dominación entre hombres y mujeres se originan en la «infraestructura biológica» de los cazadores de la Edad de Piedra.

Según estos autores, el cazador (hombre) no solo fue el inventor de las primeras herramientas -que por supuesto fueron armas- sino también de que se empezase a caminar erguido, porque el hombre-cazador necesitaba tener libres las manos para poder lanzar proyectiles. Según ellos, el hombre también era el «proveedor de alimentos», el protector de los débiles y de las dependientes mujeres, de los niños, el ingeniero social, inventor de normas y sistemas jerárquicos, que tienen tan solo un objetivo en concreto: contener la agresividad biológicamente programada de los machos en su constante lucha por el control sobre la sexualidad de las mujeres. (Persiste no solo dentro de la literatura popular y en las películas), trazan una línea directa entre el comportamiento observado en algunos primates con el comportamiento del macho humano, y mantienen que los primates machos luchan por llegar a lo más alto de la jerarquía masculina con el objetivo de someter a las hembras a sus deseos y a la satisfacción de los mismos

El logro «cultural» de estos primates-cazadores humanos parece consistir en haber evolucionado de la «etapa de la violación» a la del «intercambio de mujeres». La relación explotadora de dominación entre hombre y mujer se ha incrustado en la «infraestructura biológica» del comportamiento del cazador: los hombres son los proveedores de carne, algo que las mujeres desean profundamente. Esta es la razón por la cual los hombres fueron capaces de subyugar a las mujeres de manera permanente como objetos sexuales y abejas obreras. Lo que proporcionó a los cazadores esta formidable ventaja sobre las mujeres fue, según estos autores, el «principio de colaboración» que se desarrolló dentro de los grupos cazadores.

Durante una situación de caza, era el grupo cazador de macho -más - macho - el que aseguró la supervivencia de toda la comunidad productiva. Por eso el vínculo hombre-hombre fue tan importante para las necesidades cazadoras como el vínculo macho-hembra lo fue para las necesidades reproductivas, y es por ello que es la base de la división del trabajo por sexos.

HERRAMIENTAS DEL HOMBRE Y HERRAMIENTAS DE LA MUJER 

El modelo del hombre cazador es, de hecho, la última versión del modelo del hombre fabricante de herramientas. A la luz de este modelo, las mismas son sobre todo en su mayoría armas para matar. Aunque las hachas de piedra, rascadores y lascas, tenían un carácter ambivalente, podían ser utilizadas para moler, machacar, pulverizar alimentos vegetales y para escarbar raíces, aunque también podían ser utilizadas para matar animales pequeños, podemos asumir que eran utilizadas tanto por hombres como mujeres para ambos propósitos. 

La tecnología cazadora, no es productiva; el arco, la flecha y las lanzas son básicamente medios de destrucción, no solo para matar animales sino someter o matar seres humanos y entre ellas mujeres. Esta es la característica de las herramientas de caza que hizo que se volvieran decisivas durante el posterior desarrollo de la productividad masculina, así como para el desarrollo de las relaciones sociales explotadoras y desiguales, y no el que los cazadores como proveedores de carne fuesen capaces de elevar los niveles de nutrición de la comunidad. La relación-objeto con la naturaleza, mediatizada a través de las armas, constituye una relación de dominación y no de cooperación. 


Los pastores nómadas 

Las «fuerzas productivas» de los cazadores no pudieron desatarse totalmente hasta que los pastores nómadas, que domesticaron el ganado, invadieron las comunidades agrícolas. Esto es: la relación de dominación entre hombres y mujeres, fue mano a mano con la domesticación - y en particular con la cría - de animales como nuevo modo de producción. Los pastores descubrieron que un toro podía fecundar varias vacas, y puede que esto les llevase a la eliminación y castración de los animales más débiles. El toro principal se utilizaba durante los periodos que los pastores nómadas consideraban que eran los más apropiados para preñar a las vacas. Las hembras de estos animales estaban sometidas a coerción sexual. Lo que supone que la libre sexualidad de los animales salvajes estaba sometida a una economía coercitiva, basada en la procreación, con el objetivo de aumentar sus manadas. 

Es probable que la creación de harenes, el secuestro y la violación de mujeres, el establecimiento del linaje y la herencia patriarcales fuesen parte de este nuevo modo de producción. Las mujeres también fueron sometidas a la misma lógica económica y se convirtieron en parte de las propiedades intercambiables; se convirtieron en bienes objetos. Modelo de producción que se hizo posible gracias a dos cosas: el monopolio sobre las armas y la larga observación que se hizo sobre el comportamiento reproductivo de los animales.

Para los pastores nómadas, las mujeres ya no tenían importancia como productoras o recolectoras de alimentos, como sí la tenían entre los cazadores. Se las necesitaba como criadoras de hijos, especialmente de niños y niñas. Su productividad se redujo desde ese momento a su «fertilidad» de la que se apropiaron los hombres y a partir de entonces controlaron.

Contrariamente a la economía de los cazadores y recolectores que es de tipo apropiativo, la economía de los pastores nómadas es una «economía productiva» (Sohn-Rethel). Pero es obvio que este modo de producción presupone la existencia de los medios de coerción necesarios para la manipulación de los animales y de los seres humanos, así como para la extensión de su territorio.

Probablemente lo más correcto, sea afirmar que los pastores nómadas fueron los padres de todas las relaciones de dominación, en particular de la establecida por los hombres sobre las mujeres. Los hombres tenían una posición de poder tal que podían establecer una relación de dominación sobre las mujeres y hombres jóvenes, ya que tenían el privilegio de poder tomar más esposas para que trabajasen solo para ellos.

El sistema matrimonial era el mecanismo mediante el cual acumulaban mujeres y riquezas.

Si la existencia de un sistema desigual de intercambio de mujeres es algo real, los hombres podían realizar de tanto en tanto salidas de caza, y durante dichas expediciones secuestraban mujeres recolectoras que se encontraban solas así como hombres jóvenes de otros poblados. Era común que se las apropiaba el líder de la expedición que las utilizaba como esclavas para que trabajasen para él, o bien las vendía como pago de la dote en el comercio con otros pueblos. Estas mujeres secuestradas se convertían de este modo en una fuente directa de acumulación de propiedad privada.

De ahí que, obviamente, la esclavitud no surgiese del intercambio, sino del monopolio de los hombres sobre las armas. Antes de que los esclavos pudiesen ser vendidos y comprados, tenían que ser capturados, tenían que apropiarse (propiedad privada) y esto se hacía gracias al poder de las armas. Esta forma de adquisición depredadora de la mano de obra, tanto para trabajar parcelas «privadas», como para la venta era considerada la actividad más productiva de estos cazadores - guerreros, quienes, debemos recordar, ya no eran cazadores - recolectores, sino que vivían en un sistema económico basado en el trabajo agrícola productivo de las mujeres; eran los «maridos» de las mujeres agrícolas.

Esta propiedad se la quedaba el linaje del jefe hereditario quienes vendían estos cautivos a otros linajes, ya fuese como esposas frente a un pago por la novia, o para ser usados como esclavos en los trabajos agrícolas, o se les devolvía a su poblados tras el pago de un rescate. Este tipo de incursiones eran, en consecuencia, un método de algunos hombres para acumular más riquezas que otros hombres. Se prefería a las esclavas femeninas, y se les ponía un precio más alto porque eran productivas de dos formas: eran trabajadoras agrícolas y podían producir más esclavos.

De manera similar, el robo, el pillaje y el saqueo son requisitos necesarios para la supervivencia de otras comunidades. Es por eso que este concepto de explotación implica siempre y necesariamente que se trate de una relación creada y sostenida en la coerción y la violencia como método final. 

De esto se desprende que el establecimiento de clases, basado en la apropiación unilateral de «excedente», está relacionado intrínsecamente con el establecimiento del control patriarcal sobre las mujeres como principales «productoras de vida» en sus dos vertientes: relaciones de explotación históricas entre los seres humanos, mecanismo esclavista que se desarrolla en la transformación de los productores humanos autónomos en condiciones de producción para otros, o en su definición como «recursos naturales» para otros grupos y/o personas. 

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