SOBRE LA REPRESENTACIÓN Y LA DIFERENCIA
QUIEN NO CONOCE SU HISTORIA ESTÁ DESTINADO A PERECER
INTRODUCCIÓN
POR FABIÁN USINA USINA
"...lo popular había debido ser violentado académicamente
para ser transformado en objeto de saber..."
Michel de Certeau
Quizá estamos acostumbrados a considerar violencia, como aquella que concierne a la violencia política directa y sus consabidas formas, ya sean éstas físicas o represivas; o aquella violencia estructural que en términos contemporáneos se la entiende como un sistema ultraobjetivo inherente a las condiciones sociales del capitalismo global y que implicaría una acción sistemática de una estructura social que impide a las personas satisfacer sus más elementales necesidades; o aquella violencia doméstica, interpersonal, delincuencial, que nos escandaliza y nos traumatiza; y que tan anestesiados estamos por los registros diarios de la visibilización mediática.
Pero... no hemos reparado en una violencia estructural tan refinada y sutil, en tanto invisible, en términos culturales y simbólicos, y que proviene desde tiempos coloniales y se propaga hasta hoy en nuestras prácticas cotidianas. Aludimos a esa violencia simbólica que nos describe Bordieu; violencia que se construyó ilegalmente y a conveniencia a partir de tres criterios: el de raza, de clase y género; como entidades diferenciadoras entre el colonizador y el colonizado, entre vencedores y vencidos, para ubicar "al otro y a los otros". Sin duda la idea de razas superiores e inferiores, se utilizó como una forma de prejuicio que no sirvió más que para justificar la esclavitud y el pillaje
Y sin duda, hoy, muchos de nuestros historiadores, insisten en el uso arbitrario del concepto de prehistoria en nuestra América; es más, tendríamos que nuestra historia americana comienza en el siglo XV; lo que resultaría una falacia y una violencia de largo tiempo manejada e impuesta a las duras por un colonialismo cultural e ideológico de Saber - Poder. Manejar este concepto legitimaría tanto la invasión colonial como su heroica misión civilizadora. Es más, legitimaríamos el mito evolucionista que quiere interpretar la historia occidental como el único sendero ascendente hacia la civilización.
Quizá, esos criterios fundantes, antes descritos, afincaron un logocentrismo que descalificaría otros modos de aprensión de la realidad. Y en este orden, nuestros pueblos, desde la invasión española, se vieron sometidos sistemáticamente a varios tipos de expropiaciones, ya sea en lo material, social, religioso y simbólico, es decir borrando su forma de construcción del mundo. Una visión unilateral tomada para establecer diferencias entre el dominador y el dominado.
Asistimos a las lecturas de Foucault, quien nos manifestaría que el poder simbólico, no solo se ejerce desde el gobierno o instituciones, sino que el "ejercicio del poder supone la construcción e institucionalización de un "discurso, de un determinado régimen de verdad y derecho, y en estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una circulación y un funcionamiento del discurso que hace que esta se naturalice en todo el cuerpo social, que está diseminada en su totalidad, de manera que oculta la realidad de las relaciones de fuerza y las formas en que estas se dan"...
De allí que un individuo con tan solo nacer en un mundo social determinado, y siguiendo a Bordieu acepta una serie de postulados que se naturalizan como "habitus", que no requieren inculcación activa al margen de ese orden de las cosas. Estas prácticas de orden dominante son lugares o expresiones de una violencia política que tiende a ocultar bajo un aspecto de naturalidad relaciones de dominación invisibles.
Una herencia que privilegió la palabra del discurso y junto a ésta, se unió "la violencia de la escritura". Sin duda, las tecnologías ligadas a un pensamiento escriturario, entendidos como "Poder" de occidente, se hicieron necesarias para la instauración de nuevas políticas en la constitución de las Ciudades Estados. En tanto nos remiten a una consagración de la tradición histórica de lo fijo, lo estático que trascenderá en el tiempo y en el espacio.
Lo escritura instauró a los letrados y forjada a partir de la prohibición, lo que en la práctica ubicó "al otro y a los otros"; es más permitió prohibir el ser o no ser ciudadano. Lo escriturario sin duda se configura a partir del otro: el analfabeto, y que en lo jurídico supone la degradación, la pesquisa y el juzgamiento del otro. En el borde de la escritura legal se acumula la otredad: el asqueroso, el repugnante, el incivil, el vago, y todo aquello que desde los sentidos comunes ha representado a la generalización del indio: vulgar, grosero, resentido social, salvaje, analfabeto, sucio, harapiento...
La ciudad vista como el centro; ese centro poblado imaginariamente por administradores, por gente culta "muy bien leída y escribida", entendida en leyes; habitado ese centro por "gente buena" y muy docta. Muchos que aun quedados en su tierra de origen hasta hoy recuerdan con nostalgia a esa nuestra civitas, habitada por "matronas y patrones", por señores y señoras, por Doñes y Doñas, y en cambio los desarraigados que ya no viven en nuestra entrañable ciudad nos recordaran que ese centro se corrompió, se pauperizó... Ciudad llena de longos y estancieros... Y en este sentido lo popular marginal se fue definiendo en oposición a lo central, en términos raciales y culturales. Aquellos que habitan en los márgenes de lo social, en los bordes o las periferias serán difusos, borrosos, peligrosos, cuando no sospechosos... y a sabiendas de que no podían eliminarlos físicamente pero si a través del discurso, menospreciarlos hasta dejarlos en siluetas difusas. (Celi)
De allí que la cultura oficial y la alta élite, con premeditación, sus políticas culturales las redujeron a la administración de un patrimonio preexistente intangible e histórico, fundado en tiempos inmemoriales, como un ente vivo en la medida que existe como fuerza política y que es teatralizada a través de todo un sistema de rituales, acontecimientos, que dan cuenta de la redundancia de los significados que se inculcan y se renuevan hasta el cansancio a través de los agentes sociabilizadores del conocimiento como son la enseñanza escolástica, la familia, instituciones culturales, iglesia, y hoy más que nunca los medios informativos de masas...
Basta recordar, y como ejemplo, la alta cultura en su afán de poseer un fundamento histórico remarca en lo denominado, "eternamente visual"; esto es, esa idea fetichista de perpetuarse para la vida eterna, creando monumentos, galerías, museos, nombres de calles e instituciones. Este sentido de escenificación, más los modelos conductuales, normas estéticas, religiosas, e incluso de organización y de comportamiento, elaborados por ellos mismos, es como el patrón a seguir, impuesto como un proceso fundante y depositado en los miles de pobladores "indoctos" para que crean que hay un origen y una base identitaria propia, y no cualquier otra.
Todo un patriotismo basado en un embalaje al por mayor y el tráfico de gestos, hablas, poses, y estilos. Saber como actuar en tanto persona moderna, prácticas reforzadas a través de proyectos de educación; desde los sendos manuales de urbanidad, catecismos, folletines que dirigían los gustos del consumo y controlaban los deseos privados, garantizando un estándar de ciudadano; condenando todo lo contrario de aquellas personas que violan los cánones de lo normal y la moral, pero todo en detrimento del otro.
Y claro que sí... los modales son de la gente decente. La elite sabe lo que esté bien o mal, tiene el don de la sensibilidad del saber; lo que se debe tomar en cuenta como ejemplos y debe ser digna de obediencia. La "verdadera" cultura para la élite es distancia y distinción; demarcación y disciplina.
De esta manera se fortalecen tendencias excluyentes hacia las clases populares, vistas como vulgares. Lo popular como aquello subcultura debajo de aquellos sujetos racionales. El campesino para la sierra y el montubio para la costa, borrados de su cuerpo individual y representados en tanto como masa; representados como ignorantes, asociados a la naturaleza y al primitivismo. O como la imagen de el negro que vive en un árbol, parecido a un mono; el bruto irrespetuoso, y cuando no esa imagen de semental, de violador o acosador...
Entonces, la clase popular atraviesa toda una serie de represiones y exclusiones, cuando no la burla tanto en sus modos de vida, su dialecto, su visión de las cosas y de su vida, y en el que nadie osa culpar al sistema económico, político y cultural, peor aún a toda esa violencia simbólica construida artificialmente en nuestros mentes. Y como si fuera poco, se infunde un miedo desde una visión monstruosa; se crean FENOTIPOS como que la clase popular debe RESCATAR SU CULTURA, y por poco para muchos aun deben andar con "taparrabos y plumas", ya que nuestras clases populares no podrían alcanzar a ser modelos estéticos, peor aún ser seres sensuales y sexuales; a diferencia de la señoritas no longas, si blancas, cultas y citadinas...
Y en viceversa, si alguna longa alzada e igualada, osa, equilibrarse a los estereotipos como estándares sociales impuestos, como expresión cultural y como posición de clase, al mismo tiempo le infunden sentimientos de culpabilidad, inferioridad, y esa maldita ridiculización social, en tanto indirectamente le moldean comportamientos de obediencia y de un "ponte un tu lugar". Sin duda todo un control indirecto sobre los cuerpos.
Formas de control social en base a patrones de los "buenos machos"; se presenta una homologación del tener por el ser; de lo que debe aparentar y de lo que no; modelos modulares e identificatorios de hombres o mujeres representados con lo que deben ser y se debe decir. Muy bien comprendemos, hoy, que la feminidad no es su esencia, ni su naturalidad, es una situación
creada para su cautiverio en el rol de madres, esposas, abuelas. Las otras son "esas", esas locas, esas marimachas, machonas, esas putas... sin duda, toda una cultura y lenguaje sexista sobre todo creado por los indefensos hombres...
Hoy, los cuerpos se venden, se maltratan, se exhiben, se mutilan, toda una esquizofrenia por alcanzar un cuerpo perfecto. Quizá el disfrute corporal y el cuerpo visto como pecado mortificación han quedado atrás. Las formas físicas ilusorias hoy se convierten en razones para el consumo desmedido, no aun así las frustraciones personales.
En tanto el concepto de "habitus", como lo entiende Bordieu, nos remite a la comprensión de que la misma "... es la concreción en actos de cotidianidad, de formas de comportamiento social transmitidas desde la ideología dominante, es un mecanismo de reproducción de estructuras mentales y sociales que se encarnan en actividades cotidianas. Las relaciones de poder ritualizadas, institucionalizadas, transmiten esos habitus de comportamiento para que se reproduzcan".
Antonio Gramsci, por su parte, y además de esa violencia estructural antes descrita, involucraría otros elementos propios del "Poder" como autoridad, conocimiento, liderazgo cultural, representación y estigmatización. Al respecto, la representación a la manera de Stuart Hall, tiene el poder de estereotipar, marcar, asignar y clasificar; y sería como el poder simbólico de la expulsión ritualizada. La estigmatización, por su parte, son dispositivos de enunciación insertos en el sentido común, como matriz simbólica y material de producción de sentidos. Un ejemplo de ello podría ser cuando se dice: los negros e indios son rebeldes y resentidos sociales, porque son de clase baja; en este caso lo étnico, se representa, estereotipa, clasifica y se estigmatiza a la vez.
Los estereotipos, como representaciones sociales tienden a reducir la realidad, un conjunto de esquemas culturales rígidos preexistentes que sustentan nuestros imaginarios y son alimentados por ellos, una forma de organizar el mundo, una imagen aceptada comúnmente por un grupo o sociedad, virus que condicionan inconscientemente el comportamiento de las personas. Los sujetos sociales nos familiarizamos con ellos y los penetramos en nuestro uso habitual de pensar y hablar.
Y si no queremos ser homofóbicos, machistas, racistas, utilizamos esas formas burdas de contar chistes, que se erige como espacios para minimizar, infantilizar a ciertos grupos sociales como mujeres, indígenas, gays, afroamericanos, tercera edad, minusválidos, transexuales, pobres, tullidos; formas colectivas inconscientes de aprehensión de ideas que se retroalimentan y se transmite a través de generaciones enteras. Sin duda toda una sociedad hipócrita... Algún ingenuo dirá: así somos, que le vamos hacer; esa es nuestra cultura... Cultura en la que se impone la aceptación de todo aquello que se desecha conceptualmente: el sexismo, el racismo, y el androcentrismo.
¿Y cuando se trata de la cultura popular, qué se dice? para los iluminados y predestinados... esos que a viva voz manifiestan que los indios hijue... no saben de cultura, es un territorio extranjero, un espacio inferior, como el espacio de "los otros". Lo popular es en esta historia lo excluido, los que no tienen patrimonio, incapaces de leer y mirar la alta cultura, porque desconocen "la historia de los saberes y los estilos..."
Sin pensarlo dos veces, esa memoria oficial construida desde un poder hegemónico, al tiempo de desplazar soterrada y progresivamente algunas representaciones y prácticas culturales del centro de la vida popular, destruye activamente determinadas formas de vivir. "Esa memoria e historia oficial tramposa donde los otros desaparecen por efecto de la censura y el silencio, posee el poder devastador de infligir la muerte simbólica de las clases populares, borrando de la memoria colectiva a quienes desean excluir."
Tan irónico y tal es la tragicomedia de nuestras regiones, a través de las cuales se hace visible el desarrollo desigual y que afectan más a las etnias ancestrales, a los afro-ecuatorianos, mestizos, y en general a todos los excluidos. Justamente a esas identidades culturales a las que se proclama permanentemente que están amalgamadas de ricas expresiones culturales, son al mismo tiempo a las que se las vocifera y que son cotidianamente utilizadas para descargar sobre ellas el resentimiento nacional. A la vez, a través de procesos de desvalorización, echarles la culpa del atraso y ejercer sobre ellas un racismo implícito.
En este sentido, asistimos al historiador Jorge Núñez, quien nos manifiesta que "la cultura es un fenómeno complejo que no puede resolverse en el propio marco de ella. Por el contrario, y en nuestro caso la cultura actual ecuatoriana, está atravesada y es el resultado de un complejo proceso histórico, preñado de rupturas y contradicciones; cortado tangencialmente por el fenómeno de la dominación colonial y neocolonial; el desarrollo incipiente del capitalismo y el carácter dependiente de ese desarrollo; y como no, la presencia paralela de sectores sociales explotados y dominadas."
Como Diría Celi Carlos: Los cruces de raza, clase y género están presentes de manera permanente a todo nivel, desde donde usted imagine (infantilizando, choleando, menospreciando, desestimando la posibilidad de pensar con cabeza propia) y esto va por decirlo así descendiendo progresiva y simultáneamente a otras instancias: desde el poder absoluto hasta alcaldías, colectivos, familia, pareja, que con los elementos naturalizadoras de la dominación, al estilo de Bourdieu, se permean y petrifican.
Y que no se hable de los informales, los descamisados, los indígenas, los negros que solo aparecen en casos de extrema indigencia o en linchamientos comunales, lo popular que marca solamente la crónica roja, afirmando tácita y permanentemente desde los medios: esos no somos nosotros... esos son ellos... Por tanto hay que alejarse de la barbarie lo más que se pueda...
Un lugar de enunciación, se hace necesario en la medida que de entrada a todo aquello que no cabe en el patrimonio exclusivo de la memoria oficial; un lugar en que debe desmontar la simulación hacia el derecho imprescriptible de formular la dimensión conflictiva y el simbolismo de todos los grupos y clases sociales, así como la posibilidad de expresar políticamente y eficazmente las formas de representación de las clases populares.
En tanto se hace urgente desnaturalizar las representaciones discursivas sobre lo popular que circulan en los medios y en nuestra misma cotidianidad. Esta política puede contribuir a romper la adhesión al sentido común aceptado y transmitido por la autoridad de los dominantes, es más que la violencia simbólica pierda fuerza...